sexta-feira, 27 de abril de 2007

Relato de Kathrin Witschi


La mamita gringuita de Tocagon

El julio cumplí con la mitad de mis estudios, dos años ya terminados, dos más que acabar. ¿Qué mejor cosa se puede hacer que coger un semestre de vacaciones, viajar y dejar un poco de aire por la cabeza? Busqué trabajo en Cuba pero no encontré nada y el último día del semestre se acercó rapidito, así que era necesario tomar una decisión.

¿Por qué no Ecuador, donde una amiga de mi ya lo pasó rebien? El boleto compré sin hesistar mucho, ida en julio a Quito, la vuelta el fin de enero desde Lima. Me despedí de mis amigos, de la familia, traí tapas a la oficina de correo el último día de mi trabajo y las cinco de la mañana, la maleta hecha, pero sin la puta idea que iba a hacer los próximos séis meses, me fui al aereopuerto.

Después de más de 24 horas en trámites y aviones – y detesto los aviones, tanto que una vez desde Moscú a Beijing me fui en tren – con la amiga Selin y su mamá, la Conny, llegamos finalmente a Quito. ¡Que ciudad bien larga pero todo flaca! Ya me lo indicaron las lucecitas llenas de promesas, como aterrizamos de noche. Al recoger la primera sorpresa mala: la mochila estaba dañada, el pequeño botiquín que llevé robado. La bienvenida de la policía migratoria tampoco era la más caliente, pero afuera esperaba un amigo de Selin y Conny para llevarnos a su casa., llorando de alegría mientas conducía. ¡Y tan rica la ducha y el primer ron en un ambiente tan acogedor!

¡Que emoción estar en el continente americano! Ya en el aereopuerto de Caracas, donde cambié de avión, tenía ganas enormes de besar el suelo sin saber por qué, y acá estaba la respuesta: la gente tan linda que conocí, atardeceres que coloraron los Andes, los viajes en autobús con vendedores ambulantes – cosa impensable en Europa – la fruta rica, en fin, todo. Entonces me enamoré de ese país, quizá del continente entero, a pesar de que lo conozco tan poco todavía. En ese primer viaje pasaba horas tras horas en el bus sin pensar en nada, con el único sentimiento de que está bien en donde estoy, que este es mi lugar, quizá hasta mi origen, mis raíces. Del Puyo en el Oriente ...

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Foto: Campesinas de Madhya Pradesh cortando mijo
Cortesía de Beatrice Velarde (www.beatricevelarde.com)

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